Capítulo 9: Tu propio estilo (2)

En esta unidad seguimos repasando tipos de locutores y locutoras que no se parecen (estamos seguros) a ti. Pero, por si acaso…

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Unidad 9.1: LOS AGRINGADOS

A estos broders les gusta todo lo que viene de afuera, especialmente de United States.

Para ellos, ser joven es parecerse al último rockero del norte. Se aprendieron unas palabritas en inglés y ya se sienten cool, ya hablan de fade in y feed back, ya sólo quieren comer hamburguesas con mucha mayonesa.

Alienados y alienadas que se pasan el día chequeando emisoras gringas para copiar el estilo de aquellos DJ. Imitándolos, aprendieron a ser sensacionalistas para leer las noticias, gritones para presentar un disco, frívolas para un comentario político.

No invites a los agringados a un festival de música campesina. Eso no tiene feeling. Ni a una peña latinoamericana. Está out. Quieren algo más heavy. Quieren música en inglés. Música en inglés en la discoteca, en la casa y cuando van con su mp3 por la calle. Y en la emisora, of course, si les dejaran las manos libres, sólo lanzarían música en inglés.

ESCUCHA ESTE DIÁLOGO ENTRE UN AGRINGADO Y UNA LATINA

Los gustos musicales, como las modas, son fabricados por las empresas discográficas. Ellas imponen lo que es “moderno”, lo que le tiene que gustar a la juventud. Ellas inventan los hit parades en sus agencias de publicidad. Ellas hunden o promocionan a un artista según las leyes del mercado. Ellas llaman “música internacional” a los discos que ellas venden.

Y con la música viene la lengua y las costumbres y la forma de ver el mundo y el “pensamiento único”. Es decir, el pensamiento del imperio norteamericano.

Es, pues, un problema de soberanía musical. No se trata de eliminar la música en inglés de nuestra programación, sino de balancearla con otros ritmos. Que en nuestras radios se escuchen canciones en todos los idiomas, incluyendo las lenguas indígenas. Música de todos los continentes, incluyendo África. Discos prioritariamente nacionales y latinoamericanos, porque el desafío es afirmar nuestra identidad cultural.

¿Y qué hacemos con los locutores y locutoras agringados? Darles este sabio consejo: Los monos son los que imitan. Busca tu propio estilo, tu camino profesional. La mejor locutora, el mejor locutor, es quien se parece a sí mismo.

Unidad 9.2: LAS CONSEJERAS

Algunas locutoras y locutores confunden cabina con aula. O con púlpito de parroquia. Quieren educar a tiempo y destiempo, dan lecciones, sermones, amonestaciones, y hasta regañan a la audiencia.

Estas consejeras tienen buenas intenciones, nadie lo niega. Y hasta buenas ideas. Pero se sienten superiores a sus oyentes. Sienten una responsabilidad (que nadie les ha dado) de educarlos, de orientarlos. Es que la gente (piensan ellos) es inculta, atrasada, inmoral. Por supuesto, sus temas favoritos son los vicios que pervierten a nuestros jóvenes, la droga, la prostitución, el alcoholismo, el exhibicionismo…

ESCUCHA A UNA LOCUTORA CONSEJERA

Estos sujetos suelen llegar a las emisoras por dos caminos: las iglesias y el magisterio. Algunos parecen predicadores, monjitas dando catecismo. Otros, profesores de escuela corrigiendo a sus alumnos. Ambos resultan insoportablemente moralistas.

A estos consejeros, generalmente, sólo les gusta poner canciones con mensaje, discos que no contengan antivalores. El reguetón es una vulgaridad. Los vallenatos estimulan a la bebida. Los merengues tienen doble sentido. El hip hop nadie lo entiende…

Algunas canciones, desde luego, son de pésimo gusto, ofenden a la mujer, son homofóbicas, racistas. Son insultos cantados. No hay que censurarlas porque ellas mismas se excluyen. En una radio ciudadana no tienen cabida estas groserías.

En cuanto a las canciones de mensaje y protesta, hay que aprovecharlas en la programación. Pero sin olvidar que, cuando pasamos música romántica o bullanguera, estamos cumpliendo una misión igualmente importante: entretener, alegrarle la vida a la gente, darle un respiro en medio de tantas dificultades.

Volvamos a los consejeros. Estos locutores adoptan un tono paternalista o maternalista, sobreprotegiendo a sus oyentes. Explican diez veces las cosas evidentes porque sospechan que la gente no las entiende. Aprovechan cualquier pretexto para una nueva amonestación…

ESCUCHA A UNA LOCUTORA CONSEJERA

Por sus mismos prejuicios y temores, por su afán “educativo”, estos locutores se vuelven sosos, apagados, sin humor. No se ríen de nada y menos de ellos mismos. Se toman demasiado en serio y quizás sea ése su mayor defecto.

Nadie aguanta a una persona que esté dando consejos como abuelito cascarrabias. Por eso, cuando hables por radio, no te creas superior a la audiencia. Ubícate como un amigo, como una compañera, de igual a igual. Así lograrás una comunicación democrática.

Unidad 9.3: LOS DESPELOTADOS

También conocido como el terror de la cabina, la destripadora de equipos, el asesino de CDs, la patas arriba, el anárquico, tormentos de la administración.

La especialidad de estos locos y locas es abandonar la cabina. Siempre tienen necesidad de salir a atender una visita, de fumarse un cigarrillo, de ir al baño, de volver al baño… y mientras tanto, el programa queda abandonado. Y ya no dejan baches, sino cráteres.

Cuando están en cabina, no se concentran. Están hablando por el celular y mandando un mensajito a la novia. Están hojeando una revista o pensando en la inmortalidad del cangrejo. Si tienen una laptop , no buscan noticias, juegan al solitario. Obviamente, cuando abren el micrófono no tienen nada que decir…

ESCUCHA A UN LOCUTOR DESPELOTADO

El escritorio de los despelotados es un caos. Abres una gaveta y encuentras los periódicos del mes pasado, nunca leídos. Abres otra, y encuentras recibos sin pagar, galletas a medio comer, el último memo del director, un cepillo de dientes, tal vez hasta un calzoncillo o un sostén.

Los despelotados son los reyes y reinas de la improvisación. Entran a cabina con las manos vacías, sin ningún libreto, sin nada preparado. Ellos confían en su gran locuacidad. Ellas confían en que son muy graciosas y simpáticas.

ESCUCHA A UNA LOCUTORA DESPELOTADA

A estos sujetos no les importa llevar su pizza a cabina y ahí la andan mascando. Si el jefe se descuida, meten también trago y esconden la botella bajo la mesa. Algunos invitan a sus amiguitas y amiguitos, pero no para entrevistarlos, sino para conversar, perder tiempo y mostrarles lo chéveres que son.

Cuando acaban su turno, todo es un desorden. Los discos fuera de lugar, los cables sueltos, la compu bloqueada, los papeles en el piso y un cierto olor a zorrillo.

Necesitamos cabinas ecológicas, limpias, ordenadas y adornadas, donde nadie coma ni beba (salvo agua). Donde todo esté en su sitio y todo funcione. Cuando venga un entrevistado se sentirá bienvenido y a gusto. Y cuando llegue el siguiente colega a trabajar, sonreirá satisfecho y te dará las gracias. No olvides la consigna de la buena amistad locutoril: deja la cabina al salir como quisieras encontrarla al entrar.

Unidad 9.4: LAS CULTAS

Nos enseñaron palabras difíciles en la escuela y más difícil en la universidad. Y nos convencieron de que quien dice nalga es un vulgar. Pero si decimos glúteo ya resulta más educado. Y si nos referimos al derrière, indudablemente ya saboreamos las mieles de la cultura.

Imitando a locutores comerciales o extranjeros estos “cultos” presentan los discos con palabras rebuscadas, hasta extravagantes. Y dan la hora diciendo diez minutos completarán las 16 horas. Y complacen a las distinguidas damiselitas y entrevistan al burgomaestre.

Lo importante es separarse del vocabulario de la gente de la calle. Es decir, de nuestro vocabulario, porque la mayoría de las locutoras y locutores vienen de sectores medios y populares. Pero algunos ya se avergüenzan de hablar como habla su mamá. Y cuando se ponen detrás del micrófono lo que más hacen es el ridículo.

ESCUCHA A UNA LOCUTORA DESPELOTADA

Con ese enredijo de expresiones, abusando de las jergas periodísticas, no se intenta otra cosa que deslumbrar a los ingenuos. Pero la gente es pícara y descubre al baboso aunque parezca muy juicioso.

¿Quieres desnudar a estos pedantes? La mejor forma es aumentarles la dosis de su misma droga. Acércate a uno de ellos que ande preocupado y dile:

—Tranquilo, hermano. Recuerda que a perturbación climática, rostro jocundo.

Como quedará desconcertado, le das una palmadita en el hombro y le dices:

—Ya sabes, vital líquido que no has de ingurgitar, permítele que discurra por su cauce.

Y cuando pase una presumida con la nariz alzada le comentas:

—Por lo visto, cavidad gástrica satisfecha, víscera cardiaca eufórica.

¿Qué hay detrás de ese palabrerío con que pretendemos adornar nuestra locución? La inflación de palabras suele estar en relación directa al vacío de las ideas. Como dicen que dijo el ilustre Sigmund Freud, algunos oradores cumplen esta consigna:

Ya que no somos profundos… ¡al menos seamos oscuros!

Tenemos que cambiar de mentalidad y redescubrir la verdadera fuerza de la cultura popular. Para el locutor profesional, para la inteligente locutora, lo más elegante no será lo más raro, sino lo más sencillo. Y la palabra más culta será aquella que más gente entienda. Y el piropo mejor que escuchemos será cuando digan de nosotros: Habla como su pueblo.

Unidad 9.5: LOS MERCENARIOS

Hay quien hace la guerra o el amor por dinero. Y hay también quien locuta por dinero. Acerquémonos ahora a esta clase de colegas.

Ya sabemos que nadie trabaja por amor al arte y que con la mística no se hace sopa. Locutores y locutoras, como cualquier obrero, viven de su trabajo. Y deben ser justamente remunerados por ello.

Repetimos: justamente. Porque en algunas emisoras, con el cuento de que están aprendiendo o de que son militantes voluntarios, no les dan ni para cubrir el pasaje. Eso tiene otro nombre: explotación.

De acuerdo, vivimos de nuestro trabajo y necesitamos tener un buen ingreso para alcanzar una buena calidad de vida. Eso está estupendo. Pero otra cosa es trabajar sin amor al trabajo.

Curiosamente, los mercenarios no suelen ser los peor pagados en la emisora, sino los que reciben los mejores salarios. Los que no tendrían de qué quejarse son los que se quejan más.

Y con mucha frecuencia, quienes ganan menos son los que cumplen con mayor responsabilidad y aguantan horas extras.

A los mercenarios se les conoce por la hora. Siempre llegan tarde a su trabajo. No les falta una excusa para la demora. El transporte estaba difícil, tuve una reunión de urgencia, se me murió el abuelito. ¿Cuántos abuelos tendrán, porque cada mes se les muere uno?

Los últimos en llegar pero los primeros en salir. Terminado el turno, no pueden quedarse un minuto más porque tienen otra reunión de urgencia… o van al velorio del abuelito.
Los mercenarios y mercenarias nunca tienen tiempo para colaborar en nada de la emisora…

ESCUCHA A UN LOCUTOR MERCENARIO

Esa es la única pregunta que les interesa: ¿cuánto hay? Están metalizados. Tienen dólares en los ojos. Si una emisora farandulera les ofrece un poco más, allá van. Si un político corrupto les paga por grabar mentiras, allá van. Para estos mercenarios del micrófono, lo único que cuenta en la vida es el dinero.

En una emisora ciudadana no podemos trabajar con mercenarios ni mercenarias. Necesitamos militantes del micrófono. Necesitamos compañeros y compañeras con ilusión, con ganas de colaborar, de formar equipo, que no miren tanto el reloj. Colegas que no vengan a cumplir con un horario, sino a empeñarse en un servicio en favor de la comunidad.

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4 comentarios sobre «Capítulo 9: Tu propio estilo (2)»

  1. lo dicho, hay que dejar esos vicios que hablaran mal de nuestro trabajo y de la estacion radial en la que laboramos, hay que ser originales, sin vicios, imitaciones malas hay que ser buenos y originales en nuestro trabajo, ser propositivos y hacer todo con amor y entusiasmo.

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