¿Por qué tenemos la internet que tenemos?

Con el éxodo de X (ex Twitter), luego de los coqueteos obscenos de su dueño con las ideas y proyectos de ultraderecha, nos preguntamos cómo llegamos hasta acá: ¿por qué tenemos la internet que tenemos? Evidentemente no hay una sola respuesta a esta pregunta. Podemos explicarlo desde la economía y la evolución del sistema financiero en estos últimos cincuenta años. También podemos encontrar claves en el poder que han acumulado un puñado de empresas tecnológicas luego de la crisis de las puntocom. Podemos, incluso, hallar respuestas en el avance de los discursos anarcocapitalistas y el crecimiento de la violencia generalizada. Todas estas respuestas son válidas.

Lo que nos interesa conocer es cómo, poco a poco, se fueron instalando como verdades ciertas ideas o conceptos en torno a lo que en su momento se llamó «sociedad de la información», de modo que abonaron el terreno de «lo posible» o «lo esperable». Es decir, queremos entender cómo desde los organismos internacionale se construyó el marco de expectativas respecto a lo que la sociedad de la información significaría para la humanidad. Estas ideas, que a primera vista parecerían obvias, evidentes, de sentido común, y que no hicieron otra cosa que reproducir y allanar el camino para la expansión de un modelo económico: el neoliberal. Sabemos que los organismos internacionales no estaban solos en esta tarea: los países centrales y las empresas de telecomunicaciones han sido grandes divulgadores de este ideal normativo. Sin embargo, fue a través de los organismos internacionales que se difundieron estos lineamientos generales sobre los cuales el resto de países desarrollarían políticas públicas favorables al sector privado.

En 1996, un investigador francés llamado Tierry Vedel analizó una serie de documentos de países industrializados (Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido y Japón) e identificó las ideas hegemónicas que se reproducían en torno a la noción de «autopistas de la información». Lo que vio fue que, aquello que se presentaba como una descripción de los hechos era, en realidad, una prescripción, un mandato de cómo deberían ser las cosas. Para exponer estas ideas, Vedel creó un mapa conceptual:

Si ampliamos los documentos que estudió Vedel para incorporar los posicionamientos producidos por organismos internacionales entre 1994 y 2003 descubrimos algo curioso. Si bien para la década de 1990 ya se habían establecido las bases materiales y regulatorias para implantación y masificación del proyecto hegemónico de la sociedad de la información, estos años significaron la difusión masiva de sus bases simbólicas, es decir, de las ideas que justificaban su existencia. Identificamos dos grandes conjuntos de ideas sobre lo que debería ser la sociedad de la información. A cada uno de estos conjuntos de ideas los llamamos «agenda».

En primer lugar, desde fines de la década de 1980 hasta mediados de la década de 1990, encontramos la agenda neoliberal de la sociedad de la información. Con un abordaje eminentemente tecnomercantil, ofrecía un respaldo técnico al proyecto político-económico de reemplazo de lo público por el mercado: se buscaba justificar la privatización y comercialización de internet frente a los principios de apertura –en protocolos y estándares– que habían logrado su internacionalización en un primer momento. En los documentos rastreamos cómo se reproduce la idea de que la iniciativa privada debía liderar el desarrollo del sector de la sociedad de la información. Los Estados debían limitar su participación a desarrollar marcos normativos flexibles, liberalizar los mercados y proteger la propiedad intelectual como motor de la innovación.

Luego, a partir de mediados de la década de 1990 –cuando comienzan las crisis de fin de siglo y surge el movimiento antiglobalización–, empieza a ganar popularidad la agenda del desarrollo sostenible. Lo curioso de este conjunto de ideas es que no pone en cuestión los marcos conceptuales de su antecesora sino que les agrega una «capa humana», haciendo énfasis en la necesidad del acceso a la información y la infraestructura de comunicaciones para el desarrollo integral de las personas. Es en este momento cuando se empieza a hablar de la brecha digital y la necesidad de movilizar recursos para cerrarla, pero en ningún momento se cuestionan las causas de esa y otras brechas. Las mujeres, las poblaciones rurales, las personas mayores, debían acceder a las autopistas de la información para disfrutar los beneficios de acceder al mercado global. Se abraza así el modelo de globalización neoliberal.

¿Qué podíamos esperar de esta internet que conocemos hoy si se construyó sobre estas ideas? Con un sector privado caracterizado como el único que puede desarrollar tecnologías innovadoras, con estados retratados como lentos y obstaculizadores de la innovación, con ideas tan fuertes como que las autopistas de la información (negocios del sector privado de un puñado de países centrales) llevarían por sí mismas la democracia a todos los rincones del mundo.

Esta es una invitación a sospechar de todas aquellas ideas que se dan por sentadas y preguntarse de dónde vienen y quién las originó. Quizás así descubrimos qué intereses defienden.

Si quieres profundizar en esta investigación y revisar las referencias bibliográficas, te invitamos a leer “Continuidades de la agenda neoliberal en la agenda de desarrollo sostenible de la sociedad de la información: prevalencia del sector privado como actor privilegiado”, de Inés Binder, 2025. Revista Mediterránea De Comunicación, 16(1), e27354. https://doi.org/10.14198/MEDCOM.27354

¿Por qué tenemos la internet que tenemos?

También te puede interesar

Un comentario sobre «¿Por qué tenemos la internet que tenemos?»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *