La etimología da la razón a la cultura libre.
Quienes defienden el derecho de autor a ultranza argumentan que el “autor” o la “autora” son aquellos que plasman una idea en una obra original. Y subrayan lo de original.
En cambio, quienes creemos que la cultura y el conocimiento deben ser libres y abiertos, recurrimos al argumento de que todas las creaciones del intelecto son colectivas.
Nadie nace con su cerebro lleno de ideas y conocimientos. Los adquiere mientras crece en la familia, en la escuela o en la calle. Somos un fruto cognitivo de la cultura y la sociedad que nos rodea.
Por eso, cualquier creación no es sólo del autor o la autora que escribe un libro o compone una canción. Esa obra también pertenece a todos quienes de alguna manera han contribuido con la formación e inspiración de esa escritora o ese compositor.
Este es uno de los motivos por los cuáles el derecho de autor nace con fecha de caducidad. Por ejemplo, el derecho a la propiedad de una casa nunca prescribe y siempre será de la persona que la compró y de sus herederos. en cambio, los derechos patrimoniales que permiten lucrar de los derechos de autor terminan después de unos años y esa obra pasa a dominio público.
En primer lugar, porque la sociedad entiende que por encima del derecho del lucro del autor hay también un derecho más amplio que es el que tiene la sociedad de acceder a la cultura y al conocimiento. Pero también, porque esa misma sociedad ha entendido que esa obra fue creada en gran medida gracias a una inteligencia colectiva que enriqueció al autor y, por lo tanto, a esa misma colectividad debe regresar.
En la antigüedad no había ninguna duda al respecto y la etimología de la palabra autor lo demuestra. Autor proviene del término latino auctor que significa promotor o impulsor y deriva del verbo augere cuyo significado es “agrandar, aumentar, hacer mayor”. Los autores y las autoras no son entonces quienes crean algo original, sino quienes toman algo que ya existe, le dan su estilo, lo mejoran o lo personalizan.
No hay creaciones originales. Todas, en mayor o menos medida, son aumentos o mejoras de algo que existía anteriormente y que se ha ido creado de forma colectiva con aportes de muchas y muchos.
Haciendo caso a la etimología, los defensores de la orginalidad como atributo máximo de los derechos de una autor deberían cambiar de argumento. Y atendiendo a esa misma etimología, los defensores de la cultura libre encontramos otra razón más para promover la idea de que toda creación es colectiva y a la colectividad debe regresar de forma libre y abierta.
Gracias a los compas de la cooperativa argentina de software libre GCOOP. Viendo su video Códigos Cooperativos donde explican la relación del trabajo cooperativo con el software libre, escuché la definición de autor que dio pie a este artículo. La definición etimológica de esta palabra fue tomada del Diccionario etimológico de la lengua castellana, escrito por Pedro Felipe Monlau en 1856 (página 205).
Concuerdo con el artículo. El conocimiento siempre se construye de manera colectiva, y por ende debe ser abierto y compartido, accesible para todas las personas. Así como en la academia no se concibe la producción de contenido sin citar a autores/as anteriores, nunca se puede concebir una idea o planteamiento desde cero. Estamos en un diálogo permanente.
Lamentablemente los derechos autorales, al responder a una lógica de mercado capitalista, promueven la mercantilización de los saberes, los cuales al tener precio, se tornan exclusivos para quienes los puedan pagar.
Y yendo más allá, tal dominio económico sobre la difusión de los saberes también favorece a los intereses de las clases dominantes y la ideología hegemónica, pues si un contenido va contrario a esos intereses, difícilmente será publicado y distribuido por esas grandes corporaciones. Y lamentablemente las editoriales independientes tienen recursos y alcance muy limitados.
Por eso creo que todo lo que se produzca desde organizaciones sociales y personas comprometidas con la transformación social debe contar con licencias libres y ser lo más accessible posible para todas las personas.
Personalmente considero que los contenidos que ven la luz o son publicados por los diversos medios de difusión, son construidos a partir de una realidad establecida, de la idea inicial de un autor o persona que en su debido tiempo propagó sus ideas o expresiones.
Entonces, los escritos que se propagan, son estructurados a partir de un esquema preconcebido o ya publicado, antes, por otro individuo. En tal circunstancia, pienso que los derechos de propiedad intelectual o autoría deben ser considerados como instrumentos de uso colectivo.
Un articulo muy interesante, creo que cabe añadir una historiaque alguien comentó sobre el autor Mexicano Juan Rulfo, decia que no es que fuera buen escritor, si no que tenia buena memoria, ya que todos los cuentos que escribió, a el se lo contaron; y es que así es, al escribir una obra se basa en historias personajes y situaciones ya conocidas, el autor solo le da su toque y lleva las cosas a donde mejor le parecen. Tambien se ha comentado mucho que quienes ganan más con el famoso copirigth, son los promotores y no los autores, por eso se ha dado cada vez más la corriente de Productores independientes, como el caso de Ricardo Arjona, antes mantenia productoras privadas, ahora el mismo crea, toc ay produce su propia musica, y la vende directo a sus seguidores.
Es bueno y necesario tener una ganancia por las actividades intelectuales, pero por parte del autor y no de coyotes, a como sucede muchas veces. me inclino por el saber libre y colectivo. claro está reconociendo y retribuyendo con justicia a quien exprime su cerebro para crear nuevas obras.