Una mente nueva para un tiempo nuevo

En el año 1979 el norteamericano Alvin Toffler habló de la llegada de una ‘ola’ de cambio revolucionario, ‘la tercera ola’ y dividió a los hombres entre aquellos capaces de anticiparlo y nadar a favor de la corriente y quienes se resistieron.

Publicado originalmente en página PERIODISMO & PROCOMÚN de Susana López-Urrutia bajo Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0.

Hace unos tres meses, más o menos, desaparecí del mapa. En los tiempos frenéticos y extraños en los que vivimos, a veces se impone hacer una pausa. Volver a lo analógico, callar al ‘pajarito’ (Twitter), encerrarse con un bolígrafo en una habitación y llenar decenas de folios con las incoherencias que salpican tu mundo y que te impiden avanzar y ver el bosque. Cuando inicié mi ‘reclusión’, allá por junio de este mismo año, estaba enormemente decepcionada. Yo, que siempre le he puesto ganas a esta difícil tarea que tenemos entre manos, ni más ni menos que darle la vuelta a nuestro mundo, me encontré de pronto con que ya no tenía fe en que ese cambio fuese posible. El escepticismo, esa ‘enfermedad’ que parece estar paralizando a tantos en mi generación, me contagió a mi también. Como joven periodista en medio de un sector en pleno desmantelamiento por defunción no tenía casi opciones de realizarme. Y las movilizaciones en las que había puesto mis esperanzas no iban a servir, creía yo, para nada.

Admito que, por un tiempo, me sentí víctima: me vi como una naúfraga, una inevitable ‘ni-ni’ zarandeada por la marejada de una orilla a otra. Cuando, por fin, tocaba tierra, una nueva ola me arrastraba mar adentro. Lejos de la seguridad de la arena, abocada a nadar en el océano, mi sensación fue la de que mi mundo carecía por completo de sentid: no era capaz de aprehenderlo. Por suerte, encontré un salvavidas. Y estoy aquí para compartir ‘mis’ descubrimientos con todos vosotros.

¿Por qué cuento todo esto, tan personal? Porque es precisamente ahí, en cada uno de nosotros, donde la Historia, en mayúsculas, empieza a cambiar: “el cambio comienza en ti”, que decía un muy buen amigo mio. Como ha repetido sistemáticamente Manuel Castells el ‘cambio político’ sigue al social. Y ese se desata, primero y necesariamente, en cada una de nuestras mentes en forma de crisis. O dicho de otra forma: no somos ajenos a lo que está ocurriendo ahí fuera. Esta no es sólo una crisis de la política, de la economía, o del periodismo. Es también una crisis de las personas en su sentido más abarcador. El cambio que se está operando en nuestro mundo es de unas dimensiones tales que afecta a nuestra misma mirada: si queremos entender lo que está ocurriendo, lo que nos está ocurriendo, debemos empezar por desaprenderlo todo. Esta certeza no es en absoluto mía y ni siquiera es una novedad: son muchos los que, desde los años 60, e incluso antes, apreciaron los signos del cambio y lanzaron la advertencia. El material bibliográfico sobre este asunto daría para toda una vida de lecturas, curiosamente apenas topé con ellas en mis cinco años como universitaria.

Estoy hablando, en definitiva, de un poderoso choque de mentalidades. En el océano (sólo aparentemente) caótico en el que flotamos a la deriva, existen quienes nadan a favor de la corriente , quienes no lo hacen en absoluto y quienes enloquecen braceando en ambas direcciones. Este hecho ha sido repetidamente reflejado por académicos y expertos. En el año 1979, por ejemplo, el norteamericano Alvin Toffler habló de la llegada de una ‘ola’ (la tercera, con la que he querido ilustrar este post) de cambio revolucionario y dividió a los hombres entre aquellos capaces de anticiparlo y quienes se resistían a él. Antoni Gutiérrez-Rubí (consultor político) expresó la misma idea en una charla en a la que acudí recientemente hablando de una metafórica valla (“algunos ya la habéis cruzado entusiasmados, otros observáis desde el otro lado expectantes y otros os habéis quedado en medio”, dijo). Tras dos meses de encierro, creo que puedo afirmar que, personalmente, he saltado la valla, he desaprendido bastante y he empezado a hacer las preguntas correctas. No ha sido un proceso nada fácil porque, para empezar, me ha hecho darme cuenta de lo erróneo de muchos de mis propios juicios, que ahora me parecen cortos de miras.

Como primer paso en el inicio de este camino, personal y profesional, he querido enfrentar, sobre el papel, esas dos mentalidades que están ahora mismo librando una batalla en nuestras mentes y reddefiniendo nuestro mundo. Y lo he hecho a través de un trabajo académico centrado en uno de los asuntos que más dolores de cabeza (e ilusiones) me ha generado últimamente: el 15-M. Específicamente, he bautizado a esta tesina de fin de máster como ‘El 15-M como representación política del advenimiento de la sociedad red en España’. Muchos, y me incluyo, no hemos sabido interpretar al 15-M porque lo hemos leído desde unos marcos mentales demasiado estrechos o, recogiendo a Toffler, hemos querido entender un movimiento de ‘la tercera ola’ desde una perspectiva mental de la segunda. En este sentido, le debo a este movimiento una disculpa.

Este trabajo, que desde luego no está en posesión de la verdad absoluta, es un ejercicio, espero que crítico, de apertura mental. En el, enfrento el estilo y las formas de la ‘segunda ola’ o industrialismo (sociedad de masas) con los de la tercera o informacionalismo (sociedad red). En términos más concisos: comparo el ‘código’ o ADN de un tiempo ‘viejo’ con el de otro ‘nuevo’ y sitúo a al 15-M como objeto viviente de ese último. ¿Cuáles son lascaracterísticas esenciales de ese nuevo código que está reddefiniendo el mundo? La ‘arquitectura’ de la tercera ola se compone de, a mi juicio, cinco fuerzas o aspectos que están empapando a la sociedad, por encima de ideologías y culturas, en todas sus manifestaciones (económica, política, mediática, cultural y personal):

1.- Horizontalidad y distribución (en oposición a centralización y concentración): asistimos a una redefinición absoluta del concepto de ‘liderazgo’. La figura del ‘líder’ existe en la sociedad horizontal, pero se trata de un líder nato y jamás de un directivo. Una persona (o personas) que, sin importar su militancia o procedencia, gozan de influencia porque son valorados por su talento o capacidades por la comunidad, que, a menudo informalmente, los reconoce como orientadores y los somete a una fiscalización continua, 24 horas al día, 365 días al año. El ‘jefe’, como colofón de una estructura fuertemente jerárquica de la que recibe su autoridad, está en crisis. Vivimos en la era del talento y del liderazgo viral.

2.- Adhocracia, flexibilidad, (por sincronización y rigidez): en un mundo en el que las nuevas tecnologías están derrocando las barreras espacio-temporales y los cambios se suceden a un ritmo frenético, las organizaciones rígidas del período anterior adolecen de torpeza para adaptarse a los cambios. Se impone una adhocracia que las lleva a adoptar formas líquidas, “cambiar de arriba a abajo” sus reglas sin destruirse, como dice Manuel Castells en La Era de la Información (Vol I). Esta pulsión se aprecia en la crisis de los partidos y en la tendencia a la integración horizontal de las empresas , que se ‘vacían’ para convertirse en grandes coordinadoras (en redes): un fenómeno que, en muchos casos, tiene consecuencias trágicas para sus trabajadores.

Por otra parte, la configuración del propio trabajo también está sufriendo cambios. Se impone la concepción ‘hacker’ del tiempo, que se empieza a administrar con mayor libertad, y se trabaja por proyectos y no porque sí.

3.- Diversidad (contra masificación, estandarización o uniformidad): Si bien aún no es posible hablar de una sociedad plenamente desmasificada, sí podemos decir que la masa ya no es homogénea: sus integrantes han levantado la cabeza y, gracias a las nuevas tecnologías, le han demostrado al mundo que tienen gustos y costumbres diversas, que escuchan, saben, y que en ningún caso son susceptibles de ser tratados como idiotas. Una obviedad que ni los partidos políticos, ni los medios de comunicación (de masas) han sido capaces de entender. El receptor ha despertado y no tiene una, sino miles de millones de voces que de aquí en adelante reconfigurarán un mundo hasta ahora diseñado por un puñado de actores omnipotentes.

4.- Apertura y cooperación (contra ‘especialización’, privatismo y competencia): Todos los fenómenos anteriores confluyen en una forzosa apertura que está poniendo en jaque a profesionales e industrias. Los periodistas se quejan de que ‘todo el mundo’ pretende ser periodista, los políticos de que, súbitamente, la ciudadanía quiere participar de decisiones que antes eran competencia exclusiva del ‘profesional’ de la política, los fotógrafos alegan que hacer fotos con ‘Instagram’ “no es ser fotógrafo” y los activistas lamentan que quienes firman peticiones online “se crean activistas”. Las multitudes mediocres de Ortega y Gasset, despojadas de las barreras que las incomunicaban por la tecnología, han descubierto que son inteligentes. Y así, hemos asistido al nacimiento de fenómenos como Wikipedia, que harían al filósofo removerse en su tumba. Las masas, parece ser, no son tan mediocres. Y su sed de conocimiento colectivo está forzando a que todo lo que antes era privado se abra para que la ciudadanía lo juzgue, lo moldee y lo perfeccione. Un concepto radicalmente opuesto a la noción capitalista de competencia.

5.- Sostenibilidad (por maximización): La sociedad de la segunda ola sufría (y sufre) de megalomanía. A esas alturas de la película son muchos los que ya se han dado cuenta de que el crecimiento no es tal si no es sostenible. En este marco se encuadran teorías como la desglobalización, el decrecimiento o la teoría del ‘bien común’. Sacrificar recursos naturales, bienestar a largo plazo e información valiosa para la comunidad en pro del beneficio egoísta e individual está dejando de ser tolerable. En la ‘tercera ola’ priman los intereses colectivos. Y el premio lo reciben aquellos que más hacen por el bien de todos los demás.

Todo esto, lo sé, no es nada nuevo. Existen muchas miles de personas (tengo la suerte de estar rodeada de un puñado de ellas) que hace años que interiorizaron estos códigos y que los han aplicado a su trabajo. Lo hemos visto recurréntemente en los muchos proyectos que han florecido al calor del 15-M (como 15M.cc o 15MpaRato), en iniciativas como Change.org o Avaaz.org, en la labor altruista de muchos ciudadanos desinteresados en pro de la transparencia (Quehacenlosdiputados, Tuderechoasaber.es) o en la vuelta de tuerca al periodismo de fixmedia.org, entre otras muchas ideas excitantes. Tú, seguramente, lector, ya que has llegado aquí —muy posiblemente— desde mi timeline de Twitter, eres conocedor de todo esto. Pero, te lo aseguro, quienes ahí fuera se siguen ahogando son muchos miles de millones más que quienes han empezado a flotar. Y para cambiar el mundo, antes que nada, lo primero y más urgente es contárselo.

Una mente nueva para un tiempo nuevo

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