Escribo este prólogo en medio de la pandemia global por la Covid-19 y las múltiples demostraciones de que la crisis civilizatoria del capitalismo hace cada vez más profundas sus contradicciones y evidencian la incapacidad de este modo de producción -con todas las formas políticas, culturales y sociales que le hacen posible- de sostener la vida humana en el planeta por mucho tiempo. La crisis que hoy se presenta, como todos los momentos extraordinarios en la historia humana, es un proceso en el que se ponen en tela de juicio nuestros modos de pensar(nos) como sociedad y, así como se potencian las tragedias, también se abren posibilidades de (re)pensarnos y transformar el entorno en el que vivimos.
No diré nada nuevo al decir que, en el proceso actual, reinado por la incertidumbre y el confinamiento, las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) han jugado un papel indispensable para continuar de una manera u otra cerca de las personas a las que queremos, mantener muchas de las actividades laborales o ser capaces de recibir la información sobre lo que ocurre en nuestros países y en el mundo en general. En este panorama, la comunicación mediada por la tecnología, aparenta ser la solución a muchos de los problemas y se nos dice que su penetración y desarrollo permitirá salir de la crisis económica, política y social que enfrenta el mundo en su conjunto.
Sin embargo, la realidad es que en este contexto se hace más evidente la falacia acerca de que las TIC y los medios de comunicación masiva son y serán por sí mismos las herramientas para construir sociedades más informadas y, con ello, lograr los objetivos de desarrollo que incrementen la calidad de vida de todas las personas. En otras palabras, los medios y las TIC, anunciados desde sus inicios como la gran panacea, como la manera en que todas las personas podrán intercambiar de manera libre y democrática sus conocimientos y formas de pensar el mundo, no son más que un reflejo más de un modo de producción que privilegia el intercambio de dinero sobre todas las formas humanas de sostener la vida.
Hoy un alto porcentaje de la población en el planeta no tiene acceso a servicios de telecomunicaciones y/o medios de comunicación masiva. En este sentido, aunque es innegable que cada vez hay más expansión en las zonas de cobertura de estos servicios en todos los continentes, el que exista conectividad no significa que realmente la gente tenga acceso a todas las posibilidades para hacer uso de estas herramientas. La asequibilidad de los servicios, la capacidad de las personas para hacer uso y transformar las tecnologías, las relaciones de exclusión de las diversidades o la pertinencia de los contenidos y aplicaciones son algunas de las barreras que se tienen que romper para poder hablar de un acceso pleno a los medios de comunicación y las telecomunicaciones.
En estos tiempos de pandemia en los que se incrementa la necesidad de recurrir a las TIC para evitar la propagación del virus, también es menester el poner en el centro de la mesa las formas propias de hacer comunicación de las comunidades, colectivos y organizaciones. Son estas experiencias de comunicación comunitaria/ciudadana/radical/popular/alternativa o como se les quiera nombrar, aquellas que nos muestran la posibilidad de crear procesos sociales que, mediante el uso, apropiación y transformación de las tecnologías de la comunicación, potencian la lucha por la construcción de “otros mundos posibles”.
Las experiencias de comunicación que han sido y serán claves en esta crisis civilizatoria expresada en la pandemia de la Covid-19 son muchas (seguramente en el proceso de edición e impresión de este texto nos iremos enterando de cada vez más). Encontramos hoy con mayor énfasis este deseo de las comunidades, colectivos y organizaciones de generar proyectos de comunicación que les permitan acceder a información local y relevante para los espacios que habitan, para poder comunicarse de forma segura con otras personas, para poder incentivar los procesos económicos locales, para reforzar su identidad y la toma de decisiones colectivas, para defender su territorio; en fin, herramientas que sirven en general para potenciar los mecanismos de sostenibilidad de la vida y la autonomía.
En este contexto es que aparece el libro Politizar la tecnología. Radios comunitarias y derecho a la comunicación en los territorios digitales. El texto, desarrollado por dos amantes de las radios comunitarias y las herramientas digitales disruptivas, es una herramienta de reflexión y análisis indispensable para conocer el cúmulo de experiencias y relaciones sociales que han posibilitado la existencia de experiencias de comunicación propia en América Latina. La narrativa nos brinda un enfoque panorámico que permite comprender las condiciones económicas, políticas y sociales que fueron forjando un movimiento latinoamericano de personas que han decidido reconfigurar diversas tecnologías de la comunicación para hacer resonar las luchas que agrietan las formas de dominación del capitalismo heteropatriarcal.
La premisa principal del libro de Inés y Santiago parte de la noción de que las tecnologías no son neutras. Como se podrá observar en cada una de las páginas del texto, en realidad las tecnologías están diseñadas para incrementar los mecanismos de penetración del capitalismo y otras formas de dominación en cada una de las esferas de nuestras vidas. En este sentido, es menester observar las relaciones sociales bajo las cuales se construyen y desarrollan, sus fines y su capacidad de asombrarnos ante las posibilidades que nos ofrecen. Sólo un análisis crítico de estas contradicciones nos puede permitir transformarlas para convertirlas en herramientas que, no sólo rompan estas formas de dominación y fetichización, sino que coadyuven a la realización de los objetivos, sueños y deseos que las propias personas, colectivos, organizaciones o comunidades han decidido autónomamente llevar a cabo.
La comunicación y sus tecnologías, como es señalado por las propias experiencias de comunicación y es bien acogido en las líneas de este texto, no se ven como fines en sí mismas. A diferencia de lo que ocurre en los medios de comunicación masiva o en las grandes empresas de telecomunicaciones en donde se piensa en productos o contenidos para vender o hacer propaganda. En las experiencias de comunicación como las que se recogen en el libro, la comunicación es vista a partir del proceso social en el que se construye de manera colectiva un determinado mensaje. En este proceso es en donde reside la importancia de estas experiencias; no se trata del mensaje o el producto final en sí mismo, sino en la capacidad y el diálogo que se genera en todo el proceso. Las tecnologías son sólo herramientas que se necesitan analizar críticamente y transformar para que se logren los objetivos que las mismas comunidades, organizaciones o colectivos se propongan. Por ello, estas experiencias tienen un anclaje importante en cada una de las comunidades en donde se desarrollan, su existencia misma no se centra en la creación de medios y contenidos, sino depende de las necesidades y deseos de comunicación que van mucho más allá del uso de una determinada tecnología.
Para lograr esta mirada crítica sobre las tecnologías se requiere situar a las experiencias de comunicación propia en un contexto de relaciones sociales estructurales. En la primera parte del texto, podremos ir tejiendo una historia a contrapelo de la comunicación en América Latina. A primera vista la región está marcada por el horror de las dictaduras y la dominación de los Estados Unidos, por las falsas democracias y el sentido de aparente libertad, por la geopolítica del extractivismo y la economía de la desigualdad, por la concentración mediática y la propaganda masiva, por la dominación masculina, por todas aquellas expresiones de las relaciones sociales que hacen aparecernos como sociedades sumisas y tristes. Sin embargo, la reconstrucción histórica que nos presentan hace ver las posibilidades que se han tejido, en el siglo XX y lo que va del XXI en medio de estas catástrofes.
El centro de la reflexión de esta parte del libro no se encuentra en las formas de dominación o en los horrores de la economía y la política hegemónica, sino en las luchas que se detonaron bajo esas circunstancias. La historia que nos narran muestra la construcción de un movimiento de comunicación propia en América Latina que se ha ido fortaleciendo tanto cuantitativa como cualitativamente a lo largo de los años. El recorrido nos lleva desde las primeras radios comunitarias en Bolivia y Colombia, hasta las experiencias más actuales de redes comunitarias de Internet o el movimiento hackfeminista. Ese camino, además, no es un camino recto, sino un recorrido lleno de retornos, baches, curvas y obstáculos que sortear. Tampoco es un movimiento único, se trata de una diversidad muy grande de formas de hacer comunicación mediada por las tecnologías, en donde esa capacidad de indefinición es probablemente su principal fortaleza.
Otro aspecto que me parece un acierto importante en esta primera parte del libro es el énfasis en la manera en que estas experiencias de comunicación han hecho resonar la lucha por el derecho a la comunicación como un elemento central y fundamental para la construcción de “otros mundos posibles”. Para ello discuten distintos mecanismos de incidencia en la regulación del espectro radioeléctrico y la creación de políticas públicas adecuadas y pertinentes que faciliten la creación y consolidación de estas experiencias de comunicación en los países latinoamericanos. Si bien esta lucha en los campos de disputa de la política hegemónica no es el fin en sí mismo de las experiencias de comunicación, es necesario un entorno que permita su existencia y que limite o elimine las barreras legales y formas de censura que sufren constantemente las personas que colaboran en este tipo de medios. La lucha por el derecho a la comunicación, como un derecho habilitador de otros, es indispensable y es uno de los elementos que necesitamos articular para comprender la historia de las experiencias de comunicación en América Latina.
Si la primera parte nos lleva por este recorrido panorámico e histórico, la segunda nos permite comprender las luchas actuales que se desarrollan para romper con las lógicas mercantilistas y privativas de las TIC. En ella sistematizan una serie de experiencias de comunicación que se han desarrollado gracias a acciones colectivas que muestran que es posible la construcción de procesos tecnológicos que no tienen como finalidad la obtención de beneficios económicos, sino el desarrollar herramientas que permitan tejer el camino hacia la autonomía tecnológica.
Estas reflexiones sobre el camino andado se enmarcan en discusiones y diálogos actuales que se generan en el movimiento, cada vez más grande, por detonar y consolidar procesos en donde las tecnologías no sean el centro en sí mismo de la lucha, sino que éstas, mediante distintos mecanismos disruptivos, se adapten y adecuen a las necesidades, luchas, sueños y deseos de las propias comunidades y colectivos. Para ello es necesario que las tecnologías tengan principios y valores distintos, desde su construcción hasta su uso, apropiación y transformación.
La conjunción y trabajo colectivo entre las personas que producen los contenidos en las experiencias de comunicación y las comunidades de hackers ha logrado tejer una serie de procesos que apuntan a andar el camino hacia la autonomía tecnológica. A manera de ejemplo, el movimiento del Software Libre (SL) ha sido clave para potenciar el acceso a tecnologías colaborativas y trastocar las barreras entre quienes las usan y quienes las desarrollan. Por ello, en repetidas ocasiones se ha hablado de que el SL no es un asunto técnico sino ético. Muchas radios comunitarias, con principios muy similares, han encontrado en este movimiento un aliado fundamental para que las tecnologías que utilizan sean coherentes con la lucha que llevan a cabo en sus experiencias de comunicación.
Sin embargo, como lo señalan Inés y Santiago, el camino hacia la autonomía tecnológica es mucho más complejo y ha involucrado no sólo al SL. También existen hoy una serie de experiencias que, haciendo uso de esos mismos principios, han generado herramientas de hardware e infraestructura que permiten a las comunidades, colectivos y organizaciones diseñar sus propias arquitecturas de red y tener el control de sus servicios de telecomunicaciones. Estas herramientas se adaptan a sus modos de vida, generan mecanismos de seguridad y privacidad de los datos, y rompen paradigmas sobre quiénes pueden y deben crear y administrar las redes de comunicación. Las redes comunitarias de Internet o de telefonía celular, las Intranets comunitarias, los servidores autónomos y los feministas son ejemplos de este tipo de experiencias.
Para finalizar, en el libro se hace un recuento de las luchas por resguardar la seguridad digital de las personas usuarias. Cada vez es más evidente la capacidad de las grandes empresas de telecomunicaciones por monetizar o de los gobiernos por hacer uso con fines de cohesión de la información que generamos. Sin embargo, no son pocas las luchas que se dan por romper con estos mecanismos de dominación, por pensar cómo romper con esos esquemas extractivos de información.
Por otro lado, se apunta la manera en que es necesario dirigir los esfuerzos también hacia una cultura y acceso a productos culturales libres para compartidos, reproducidos o transformados. En este sentido, se reflexiona en torno a la comprensión de la creación de conocimiento y a la cultura como procesos sociales colectivos, noción contraria a las ideas de propiedad intelectual. El libro finaliza, entonces, con una invitación a mirar la importancia de la construcción de sociedades de conocimiento libre, en donde los productos culturales no se rijan bajo las lógicas de la propiedad privada, sino a partir del conocimiento libre.
En general, el proceso que han seguido las experiencias de comunicación comunitaria/ciudadana/radical/popular/alternativa o como se les quiera nombrar en América Latina es muy complejo. La manera en que Inés y Santiago lo abordan nos ayuda a comprender las dimensiones sociales, políticas y económicas que evidencian que es posible hacer “otra comunicación” que coadyuve a la construcción de “otros mundos posibles”.
El libro no se inserta únicamente en un campo de las ciencias sociales o de la comunicación. En realidad, las reflexiones pasan por un amplio marco de disciplinas mostrando la diversidad del análisis. Sin embargo, la capacidad narrativa de quienes lo escriben hace comprensible la complejidad de relaciones y elementos que conforman a estas experiencias y al entorno que las hace posibles. Aunque no pierde su naturaleza académica del todo, el texto es en realidad una invitación a todas aquellas personas que forman parte de procesos o desean crear estrategias de comunicación mediada por las tecnologías para potenciar sus luchas en los ámbitos políticos, económicos y sociales que permitirán formas de sostener la vida particulares y acordes a las necesidades y sueños de nuestros tiempos.
Por todo lo anterior, desde el Centro de Investigación en Tecnologías y Saberes Comunitarios (CITSAC) nos apasiona tener como una de las primeras publicaciones del Centro este texto y nos alegra que FES Comunicación también se sumara a esta edición. Sabemos que contiene un gran compromiso político de quienes lo escribieron, conocemos el trabajo cercano de muchos años de Inés y Santiago con las radios comunitarias, la cultura libre y el hackfeminismo. Las ideas que están plasmadas aquí concuerdan con nuestra visión de hacer posible la construcción de otro tipo de investigaciones y de compartir el conocimiento. Asimismo, aunque la autoría final del texto es de dos personas, sabemos que su creación fue un proceso colectivo en el que participamos mucha gente involucrada con la comunicación y telecomunicaciones comunitarias e indígenas en América Latina y que, además, cada palabra contiene la lucha de muchas personas por “otra comunicación posible”. No tenemos duda de que este texto, como muchos otros, es parte importante de la transformación de paradigmas sobre la comunicación y de la manera en que podremos seguir tejiendo lazos para transformar nuestras realidades.
De manera personal, me encuentro sumamente agradecido por la invitación a escribir estas pequeñas reflexiones sobre el libro. Aunque nos conocimos personalmente hace poco más de un año, encontramos inmediatamente un vínculo de esperanzas y sueños compartidos. Desde esos momentos en que me contaron sobre el libro y cuando vi el primer manuscrito, estaba seguro de que este texto debía compartirse pues su utilidad es vasta, no sólo para comprender al movimiento de la comunicación o las radios comunitarias latinoamericanas, sino para hacer visibles nuestras capacidades, a veces aparentemente débiles o pequeñas, de transformar colectivamente el mundo en el que vivimos.
No me queda más que reiterarte la invitación a leer el libro que tienes en tus manos, a discutirlo y ponerlo en tela de juicio a cada momento, a descubrir que ese movimiento al que se hace referencia se encuentra siempre en construcción y que cada persona que participa de él lo hace más potente. Por ello, imagino, la decisión de Inés y Santiago de titularlo con un verbo (Politizar), porque eso significa que este proceso es constante e inacabado, tal como es y será el camino hacia la autonomía tecnológica y la construcción de “otros mundos posibles”.
Carlos F. Baca Feldman
Centro de Investigación en Tecnologías y Saberes Comunitarios (CITSAC)