Si no se puede reparar no lo quiero

¿Podemos exigir la posibilidad de reparar nuestros dispositivos electrónicos?

La decisión de la empresa de cámaras Nikon de rescindir los contratos de servicio técnico de sus dispositivos reavivó el debate por el derecho a reparar. Con la emergencia climática respirándonos en el cuello, una de las tantas preguntas que nos hacemos permanentemente es cómo combatir el consumo acelerado de dispositivos electrónicos. Es decir, cómo lograr que nuestras computadoras, teléfonos y otros electrónicos nos duren lo máximo posible para evitar la extracción de minerales e hidrocarburos y reducir la basura electrónica. En definitiva, de lo que se trata, es de combatir eso que llamamos obsolescencia programada y percibida defendiendo el derecho a reparar.

La obsolescencia como motor del consumo

La obsolescencia programada es la planificación, en la etapa de diseño, del fin de la vida útil de un producto tras un tiempo determinado de uso. Esta puede lograrse a través de la falta de repuestos, la baja calidad de los materiales, la programación del software, etc. Su objetivo es mantener la economía lineal de extracción materia prima, producción, consumo y descarte, sin tener en cuenta las consecuencias ambientales. Esta estrategia se asienta sobre la práctica de lanzar sistemáticamente al mercado nuevos productos con pequeños cambios de diseño que generen la sensación de que los que ya tenemos están viejos, obsoletos, o ya no sirven, y que  necesitan ser renovados a pesar de estar en perfectas condiciones. Esta sensación que genera la falsa innovación se denomina obsolescencia percibida. El caso de las temporadas de la industria de la moda o los cambios año a año en los modelos de los celulares son un claro ejemplo de ello. Esto se logra gracias a grandes campañas publicitarias que asocian el consumo a una serie de valores identitarios.

En junio les propusimos combatir la obsolescencia programada cuidando nuestros dispositivos. Sin embargo, es verdad que eventualmente los aparatos se rompen. ¿Qué hacemos entonces? Las corporaciones tecnológicas nos dirán: «compra, usa, tira, compra…», haciendo girar, una vez más, el ciclo del consumo que ahoga y extermina a nuestro planeta. Si, por el contrario, queremos reparar nuestro dispositivo dañado nos enfrentaremos a toda una serie de obstáculos: será más caro, no habrá piezas, no encontraremos documentación sobre cómo hacerlo o, directamente, el monopolio de la reparación lo tendrá la empresa manufacturera. En definitiva, la reparación se evita por diseño.

Economía circular y derecho a reparar

Frente al modelo de economía lineal se propone el paradigma de economía circular en la que se busca reducir el consumo y generar un «flujo cíclico para la extracción, transformación, distribución, uso y recuperación de los materiales y la energía de productos y servicios disponibles en el mercado». Una de las demandas para construir este nuevo paradigma es el derecho de todas las personas a reparar y modificar sus aparatos electrónicos. Originalmente este derecho fue reclamado en Estados Unidos a la industria del automóvil a partir del aumento de la complejidad de sus diseños. Luego se sumó el campesinado quien exigía la posibilidad de reparar sus tractores. Este sector comenzó a impulsar leyes que resguardaran este derecho. ¿Quiénes se opusieron? Las grandes manufactureras.

En 2017 Apple fue investigada por ralentizar el sistema operativo de sus terminales más antiguas para preservar las baterías sin avisar. Esto no hubiera sido necesario si Apple ofreciera recambios de batería o permitiera remplazarlas por baterías de terceros. A partir de este caso el movimiento por el derecho a reparar comenzó a consolidarse exigiendo la distribución de la capacidad de reparar, que se desarrolle una economía alrededor de la extensión de la vida útil de los dispositivos,  y que se contemple en la etapa de diseño su mantenimiento y reparación. Frente a la presión Apple anunció que vendería repuestos pero sólo a algunos servicios técnicos independientes.

Lo que defendemos es la soberanía tecnológica a través de la masificación del hardware y software libres que nos brinde la posibilidad de conocer cómo están hechos nuestros dispositivos y nos otorgue la posibilidad de modificarlos y repararlos. En un escenario de guerra de patentes de las tecnológicas esto parece una utopía. Por ello la asociación estadounidense Repair.org exige unos mínimos que garanticen que las personas tengan acceso igualitario a los diagnósticos, información y partes disponibles en los centros oficiales. Para ello proponen:

  • Poner a disposición del público manuales de servicio estandarizados en formato electrónico y traducido a los principales idiomas.
  • Hacer que los diagramas de semiconductores y las hojas de datos sean de acceso público.
  • Permitir que los propietarios y los proveedores de servicios independientes tengan acceso a software de parches y correcciones de código de máquina y firmware.
  • Hacer que todos los contratos identifiquen claramente qué elementos de la máquina no están incluidos en la venta y no modificar los contratos posteriormente.
  • Poner a disposición de los propietarios de equipos y de terceros las piezas y herramientas de servicio a precios no discriminatorios.
  • Fomentar las licencias de patentes para producir piezas de repuesto y herramientas disponibles bajo condiciones justas de licencia.
  • Poner a disposición herramientas de diagnóstico y resolución de problemas, códigos y software de servicio.
  • Legalizar el desbloqueo, adaptación y modificación de cualquier parte de la máquina, incluido el software.
  • Integrar los principios del Design for Repair en las prácticas de diseño de productos de diseño ecológico.

Reparar un derecho de las y los consumidores

El entramado legal que protege a las compañías de que las y los usuarios reparen sus propios dispositivos es complejo y se asienta sobre la protección del secreto industrial y la propiedad intelectual. Sin embargo, los últimos años hemos visto algunos avances en este sentido. Por ejemplo, en 2018 la Oficina de copyright y la Librería del Congreso de Estados Unidos aprobaron modificaciones de la Digital Millenium Copyright Act que evitan que el intento de reparar un dispositivo sea considerado como una violación al copyright. Ya son 20 los estados de Estados Unidos que cuentan con legislación que garantiza el derecho a reparar.

Recientemente también hemos visto como la Comisión Europea aprobó la actualización se sus medidas de eco-diseño que garanticen, a partir de 2021, la reparabilidad y reciclabilidad de los aparatos electrócnicos con el objetivo de ampliar su vida útil y reducir su impacto ambiental. Si bien el texto original estaba enfocado en los electrodomésticos la versión final incluyó dispositivos como televisores y servidores.

Cafés de reparación

Como parte de una apuesta por la vida sostenible y la economía circular, en el año 2009 se creó en Amsterdam el que sería el primero de muchos cafés de reparación, espacios en los que personas se juntan para aprender a reparar sus propios aparatos electrónicos, plantas, muebles, libros, ropa, juguetes, bicicletas ¡hasta para encontrar tapas para los tuppers! En Argentina se encuentra el Club de reparadores creado con el objetivo de «promover la reparación como estrategia para el consumo responsable y práctica de la sustentabilidad» y bajo los principios de cuidado, lazos comunitarios, economía circular, promoción del empleo, innovación, código abierto, unir las partes, y el mapeo colectivo. Para ello organizan clubes itinerantes y colaborativos de reparación para compartir los conocimientos y herramientas necesarias para reparar.  En Quito la Escuela Politécnia Nacional tiene un cafecito de reparación como proyecto de vinculación con la comunidad. En Madrid el Medialab Prado aloja al Repair Cafe cada sábado.

Los café de reparación no son servicios técnicos gratuitos sino espacios comunitarios de colaboración en los que las reparaciones las hacen las personas visitantes con la ayuda y acompañamiento de quienes tienen los conocimientos para hacerlo. De esta manera no sólo se les da nueva vida a los objetos sino que también se aprende y genera una comunidad. Estas iniciativas no podrían funcionar si se restringe la capacidad de reparar.

¿Conoces alguna experiencia de este tipo cerca tuyo? ¿Te animas a organizar un club de reparación en tu comunidad? ¡Postúlate! El Club de reparadores te acompaña con materiales y metodologías.

 

 

 

Si no se puede reparar no lo quiero

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