Capítulo 6: Un lenguaje sencillo

¿Hablas como habla la gente o hablas en difícil?

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Unidad 6.1: HABLAR COMO LA GENTE

Para hablar por radio hay que usar palabras sencillas. Palabras que se entiendan sin necesidad de agarrar un diccionario. Que se entiendan a la primera (¡porque no hay cómo llamar al locutor y decirle que repita!).

Cuando estamos ante una pantalla o detrás de un micrófono, no hablamos para una élite o un grupo de expertos, ni siquiera para los colegas periodistas. Nuestra audiencia es la gente común y corriente, el pueblo.

Ahora bien, ¿cómo saber si una palabra es sencilla? Pues muy sencillo. Clasifiquemos las palabras en tres clases:

· Lenguaje activo
Son las palabras que la gente usa en su vida diaria.
Por ejemplo, me duele la barriga.

· Lenguaje pasivo
Son las palabras que la gente no usa frecuentemente, pero sí entiende.
Por ejemplo, tengo un malestar estomacal.

· Lenguaje dominante
Son las palabras que la gente ni usa ni entiende.
Por ejemplo, se me han presentado complicaciones gástricas.

¿Qué lenguaje es mejor para la radio? Sin duda, el activo. El que se habla en el mercado, en la cocina, en el autobús. En las radiorevistas y otros programas de animación, los locutores y locutoras utilizarán este lenguaje si quieren sintonizar con su público.

El lenguaje pasivo también lo podemos utilizar. Hay formatos (sobre todo, los noticieros) donde trabajamos con palabras más formales, menos cotidianas. Pero siempre es indispensable que éstas puedan ser comprendidas por la audiencia.

En ese lenguaje pasivo tenemos un tesoro de palabras que se entienden, aunque no se utilicen demasiado, pero que irán enriqueciendo el vocabulario de nuestros oyentes. Conocer más palabras es poder expresar más ideas.

¿Y el lenguaje dominante, el que ni se usa ni se entiende? Ese lo dejamos fuera. Que lo empleen los pedantes que piensan que por hablar más raro son más cultos. Esas palabritas extrañas sólo sirven para humillar, para sugerir que el pueblo es bruto y nosotros somos los listos.

Ya sabemos que cualquier clasificación de palabras depende de los diferentes contextos en cada país, de los niveles de instrucción, de las maneras de expresarse. Lo que en Paraguay es habitual en Honduras puede resultar una rareza. Y al revés. Cambian los ejemplos, pero el criterio se mantiene: que la radio hable como habla su gente.

Práctica 13: PALABRAS DOMINANTES

Toma un editorial, una noticia, algún texto que se haya sacado al aire en la emisora. Subraya las palabras que tú piensas no hayan sido entendidas por la mayoría de los oyentes, las palabras dominantes, incomprensibles.

Después reúnete con un grupo de vecinos y vecinas, de gente sencilla de tu barrio. Léeles el mismo texto. ¿Coincide tu suposición con lo que la gente entiende? ¿Te quedaste corto? O al contrario, ¿los vecinos y vecinas entendieron todo sin dificultad?

Unidad 6.2: ¿Y LOS TÉRMINOS TÉCNICOS?

Cuando los agrónomos, psicólogas, abogadas o economistas hablan por radio, se imaginan ante colegas y utilizan sin pudor las jergas de su profesión. Suelen mezclar éstas con un lenguaje rebuscado y libresco que vuelve aún más incomprensible muchas de sus explicaciones.

Distingamos el innecesario código dominante de las palabras técnicas a las que el público sí debe acceder porque son útiles para defenderse en la vida y hasta para discutir el contrato con el patrón. Por ejemplo, indexación del salario. Aunque este concepto se pueda explicar con palabras más sencillas es conveniente que la gente haya oído el término y sepa de qué se trata y cómo emplearlo correctamente.

Eso sí es educativo: divulgar la ciencia y la técnica. En lugar de complicar lo sencillo, como hacen algunos engreídos que vimos antes, un buen comunicador o comunicadora toma exactamente el camino opuesto: simplificar lo complejo o lo que así parece a primera vista. Incorporemos oportunamente en nuestros programas el “derecho de habeas corpus” y los “bienes gananciales”, expliquemos a qué se llama “software libre” y qué es la “antimateria”. Dominando estas expresiones, ayudaremos a nuestra gente a desenvolverse mejor en los tiempos que nos han tocado vivir.

La ciencia entra con paciencia. No basta explicar el término técnico una vez y luego soltarlo así nomás los siguientes días, como si todo el mundo recordara su significado. La gente no escucha el programa lápiz en mano. Mejor pecar de explícito que de supuesto. En radio, como en la ranchera, hay que volver y volver. Hay que ablandar las palabras aplicando aquella vieja y siempre válida ley de la redundancia.

Práctica 14: JERGA PERIODÍSTICA

Igual que la jerga de varias profesiones, también entre colegas nos hemos llenado de palabrerío inútil.

Haz un inventario de la jerga típica de los periodistas de tu región: el vital líquido, la verde gramínea, un siniestro, el nosocomio, las precipitaciones pluviales, los semovientes, los recursos hidrobiológicos… El objetivo es satirizar esa jerigonza. Y traducir estos conceptos a palabras sencillas.

Unidad 6.3: JERGAS JUVENILES Y MALAS PALABRAS

Broder, bacán, chévere, carnal… No hay que asustarse de anglicismos ni neologismos, porque todo idioma —castellano incluido, aymara incluido, creole incluido— es un ser vivo y, como tal, tiene apetito.

Los idiomas intercambian vocabulario, dan y reciben palabras. O se las inventan. En gringolandia ya dicen amigo y fiesta y nos les preocupa demasiado. ¿Qué problema, entonces, si el locutor juvenil saluda y se dirige a los panas con todo el lenguaraje de su generación?

En cuanto a las llamadas “malas palabras”, digamos que ninguna palabra es “mala” sino oportuna o inoportuna. Una expresión que en tu casa o andando por la calle suena natural, tal vez moleste si la sacamos al aire por la radio. Aunque esto depende del segmento social o cultural al que nos dirigimos y del formato que empleamos. En un sociodrama nos pemitimos un lenguaje más desenfadado que en un noticiero. La regla será, entonces, respetar la sensibilidad de nuestra audiencia y los márgenes del formato.

Pero, además, ocurre que estas llamadas “malas palabras” varían de un lugar a otro. Lo que es palabra inocente aquí, es grosería allá. Y el extranjero desprevenido mete la pata a cada rato. En Cuba, se coge la guagua (se sube al autobús). Mejor no lo digas así en Argentina. En Panamá, los niños juegan con conchas en la playa. Que no lo hagan en Uruguay. En Chile, no conviene decir que se pinchó una llanta o que vas a abrir el camino a pico y pala. No le pidas el pan a una señora en Santa Cruz de la Sierra. Pídele horneado. En Guatemala, le dicen chucha a una perrita. Y en el Caribe es el apodo cariñoso del nombre María de Jesús. Pero no lo digas en el Ecuador. Pendejo quiere decir bobo en todas partes, menos en el Perú, donde es el mote del vivo. En Dominicana, carajo se ha vuelto palabra de uso cotidiano. Pero en Bolivia, basta usarla una vez para perder la fama. Y culo, tan familiar en España, te gana una bofetada en la mayoría de los países latinoamericanos.

Práctica 15: ¿CÓMO HABLAN LOS JÓVENES?

Haz un listado de las palabras y jergas de tu audiencia juvenil. ¿Cuáles podríamos usar sin dificultad en el programa de jóvenes? ¿Cuáles resultarían chocantes para la gran audiencia, incluso para los mismos jóvenes?

Unidad 6.4: GUERRA A LAS SUBORDINADAS

Más que facilidad de palabra, hay quienes tienen dificultad de callarse.

Son esos animadores, entrevistadoras o comentaristas, que arrancan con una idea, hablan, repiten, dan vueltas y vueltas, como los perritos cuando van a echarse y nunca se echan, dicen lo que dijeron y anuncian lo que van a decir, y no dicen nada.

En radio, frases cortas. Sean habladas, sean escritas, siempre cortas. ¿Cuántas palabras por frase? Algunos autores dicen que un buen límite son de 15 a 20 palabras de punto a punto. Y hasta menos. Más de dos renglones seguidos sin rematar con un punto ya resulta sospechoso.

Las culpables de estos parrafazos son las llamadas frases subordinadas. Es a ellas a las que tenemos que declarar una guerra sin cuartel.

Las frases subordinadas se parecen a las ramas y ramitas de un árbol que van desviándose del tronco. Fíjate en esta frase retorcida:

Hablar por radio, a pesar de lo que dicen por ahí, no es un asunto tan difícil, si bien para algunos tímidos, sobre todo al principio, podría parecerlo en la medida en que, sin demasiada experiencia, no le toman, como ocurrirá después, el debido gusto al micrófono.

La frase principal se enreda con varias subordinadas. Éstas tienen otras frasecitas colgadas que, en vez de aclarar, confunden.

¿Por qué no cortamos ese parrafazo en dos o en cuatro frases cortas? Resultará más cómodo para el locutor y más claro para el oyente. Hagamos la prueba:

No se fíe de lo que dicen por ahí. Hablar por radio no es un asunto tan difícil. Al principio, podrá parecer así para algunos tímidos. Es la falta de experiencia. Pero una vez que le toman gusto al micrófono, ya no quieren soltarlo.

Frases cortas y limpias, claras como el agua de lluvia. O como la poesía de Paul Valery, que afirmaba con toda razón: Quien piensa claro, habla claro.

Práctica 16: PARRAFAZOS

Entre los compañeros y compañeras se reparte un texto abstracto, con frases largas y complicadas.

Cada uno o por parejas, señala las palabras incomprensibles, los parrafazos, las frases subordinadas. Y van proponiendo otras palabras más sencillas, van cortando los párrafos largos en dos o en cuatro oraciones, eliminando las subordinadas, simplificando el texto.

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10 comentarios sobre «Capítulo 6: Un lenguaje sencillo»

  1. Me parece adecuado que un locutor hable en el lenguaje cotidiano y a que el oyente se identifica mas con este. Ademas u locutor debe tener una gran capacidad interpretativa, es decir, que haga de las frases complicadas algo sensillo y entendible para el radioescucha.

  2. Lo importante es hablar en términos que toda la audiencia entienda, sin caer en lo rebuscado, además creo que podemos conservar nuestros vocablos propios de la región donde nos encontramos. Ejemplo: soy Venezolana y en general se habla de «tu» pero en mi región, que es el Zulia, se habla de «vos».

  3. en nuestro lenguaje y formas de expresión latinoamericana ocurre mucho esta situación de utilizar términos y palabras muy generales y rebuscadas, lo ideal seria acondicionar nuestro lenguaje a la realidad de nuestro entorno de nuestros oyentes para no enredaros con nuestras palabras por que en algo si estoy de acuerdo no hay nada mas desagradable que enredar al oyente con términos que no son adecuados y no coinciden con lo que el oyente debe escuchar. al igual que saber hablar también es importante el saber con que términos lo hacemos y así ser mas efectivos en la acción de hacer locución positiva.

    1. yo soy paraguayo, pero de niño estoy en la argentina y tengo un tono neutro, no hablo con la y, o sea no tengo yeismo, ni tampoco acento guarani, lo importante es comunicarse tal cual es uno, o sea ser autentico, para ser bien recibido por nuestros oyentes, cada vez que avanzo en este curso, se me hace mas interesante.

  4. Entonces, hasta que punto es bueno el uso de la jerga juvenil?

    Pues si bien es cierto que debo darme a entender, también es cierto que debo respetar a mi audiencia.

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