¿Hay algo que celebrar?
En el año 2000 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 26 de abril como el Día Mundial de la Propiedad Intelectual, en conmemoración de la fecha de la entrada en vigor del Convenio por el que se establece la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI o WIPO en inglés).
30 años tuvieron que pasar hasta que se decretó un día que conmemore la propiedad intelectual. Parece que hasta entonces no era necesaria una fecha de esta índole. Quizás, porque aún Internet no se había convertido en ese espacio masivo de intercambio de cultura y conocimiento que amenazaba los intereses de los grandes conglomerados editoriales, discográficas o de software. Este día, según la OMPI, sirve para «conocer la función que desempeñan los derechos de propiedad intelectual (patentes, marcas, diseños industriales, derecho de autor) en el fomento de la innovación y la creatividad.”
Es curioso ver como la OMPI se empeña en insistir en que el restrictivo sistema de propiedad intelectual vigente es el que fomenta la innovación. Y mucho más aún, cuando los ejemplos que citan lo desmienten. En la web oficial del Día Mundial de la Propiedad Intelectual nombran una Universidad que regenera tejido humano con una impresora 3D. Pero si estudiamos un poco la evolución de las impresoras 3D nos daremos cuenta que el desarrollo real de esta tecnología no fue cuando Chuck Hull la patentó en 1984, sino cuando proyectos abiertos como RepRap o MakerBot masificaron su uso permitiendo a miles de investigadores crear con estas nuevas herramientas. [MIra este gráfico sobre la evolución de las impresoras 3D / Enlace alterno]
Otro ejemplo que menciona la OMPI es una valla publicitaria creada en Perú para generar agua potable de la humedad del ambiente. En el artículo de presentación, la misma Universidad de Ingeniería y Tecnología menciona que “aún no tenemos claro quién es el propietario de esta idea”. Quizás no lo tienen claro porque nadie puede ser propietario de una idea.
INTELIGENCIA COLECTIVA
Las leyes de propiedad intelectual no registran o protegen las ideas, sino las manifestaciones de esas ideas. Pero las ideas, incluso sus manifestaciones, son creaciones colectivas.
Nunca creamos algo de la nada. Una escritora o un cantante se inspiran en historias vividas, en amores traicionados o en leyendas tradicionales para su novela o canción. Todos los desarrollos científicos se basan en fórmulas o inventos anteriores. Que se lo cuenten a Guillermo Marconi que pasó a la historia como el inventor de la radio pero que no hubiera podido crear nada sin los avances científicos previos de Franklin, Faraday, Maxwell, Hertz o Tesla, entre otros muchos. [Revisa la historia de la creación de la Radio]
Todas las creaciones son en gran medida un trabajo en equipo, una creación colectiva. De hecho, todas se basan en bienes comunes del conocimiento, como el alfabeto o fórmulas matemáticas que, de alguna forma, todas y todos contribuimos a mejorar y mantener. Pero el paradigma neoliberal prefiere transformar todos los bienes comunes en mercancías y a los esfuerzos colectivos en iniciativas individuales innovadoras. Necesitamos evolucionar a un nuevo paradigma, la economía social del conocimiento.
Comparación entre los atributos del Capitalismo Cognitivo y los de la Economía Social del Conocimiento. Léo Bonnargent et Pierre Lebedel.
¿LA PROPIEDAD INTELECTUAL INCENTIVA LA CREACIÓN?
La OMPI subraya este año 2017, en el marco de la celebración del Día de la Porpiedad Intelectual, la importancia que tienen las patentes en el fomento de la innovación y la creación. Pero la mayoría de sus argumentos no son más que falacias:
Primero porque presuponen que las recompensas económicas son el mayor incentivo para los creadores. Como si el único aliciente de la mayoría de los investigadores fuese ganar dinero. Es obvio que necesitan comer y tienen todo el derecho a ser retribuidos por su trabajo, pero estamos seguros que la mayoría de investigadores y científicas tienen otros muchos estímulos que están por encima del dinero. Por ejemplo, el simple placer de crear o investigar.
Segundo, y quizás la mentira más repetida en el mundo de las patentes, es que las empresas arriesgan mucho en una investigación y deben tener garantías de recuperar lo invertido. Este argumento es el preferido de las farmacéuticas. Argumento, por cierto, desmontado en repetidas ocasiones por economistas de la talla del premio Nobel Joseph Stiglitz que afirma que: “La investigación económica demuestra claramente que tales derechos de propiedad intelectual no sirven para promover la investigación, en el mejor de los casos. De hecho, hay pruebas de lo contrario: cuando el Tribunal Supremo invalidó la patente de Myriad sobre el gen BRCA, se produjo una explosión de innovaciones que se tradujeron en mejores pruebas menos caras.”
Por suerte, cada vez existen más empresas convencidas de que el liderazgo tecnológico no lo definen las patentes. Es el caso de la innovadora compañía de autos eléctricos Tesla Motors que en 2014 apostó</nothttps://radioslibres.net/el-liderazgo-tecnologico-no-lo-definen-las-patente/extile> por el open source afirmando que las patentes son un “reguero de minas en forma de propiedad intelectual” que frenan el desarrollo científico.
El tercer argumento es que la propiedad intelectual tienen como objetivo proteger a los investigadores. Falso también. Las actuales leyes protegen a las empresas para las que escriben o investigan las científicas o escritoras. Son los que reciben la mayor parte de las ganancias. Un claro ejemplo. Muchos académicos universitarios deben publicar en revistas científicas para engordar su currículum y avanzar en su carrera docente. Algunas de estas revistas cobran a quienes escriben para publicar sus artículo. Y luego, las personas que quieren leer dichos textos también deben pagar. Incluso la mayoría de las Universidades del mundo pagan millones de dólares por tener acceso a estas revistas científicas donde se venden mucho de los textos escritos por profesores de esa misma universidad. Entonces, ¿quienes son los que realmente ganan?
En el año 2011 una joven rusa llamada Alexandra Elbakyan creó la plataforma Sci-Hub donde se encuentran millones de artículos académicos liberados. Hasta la Revista Nature la nombró como una de las diez personas más destacadas del mundo de la ciencia en 2016. “Lo que hizo fue una maravilla. La falta de acceso a la literatura científica es una injusticia masiva, y lo arregló de una sola vez”, afirma Michael Eisen, biólogo y abogado de acceso abierto en la Universidad de Berkeley en California. Alexandra reconoce que “roba a los editores para dárselo a los científicos” y por ello enfrenta varias demandas judiciales de las principales compañías editoriales.
Es obvio que se requieren leyes y políticas públicas que faciliten el acceso a literatura científica y al conocimiento para que investigadoras y educadores tengan acceso lo que en realidad facilitaría mayores avances e innovación. Pero la OMPI no mueve un dedo por promoverlas, al contrario, parece ponerse siempre de parte de las empresas que persiguen penalmente iniciativas como las de Alexandra o la de Aaron Swartz que se vieron obligados a actuar, precisamente, por falta de una legislación que promueva el acceso al conocimiento.
No son las patentes ni la propiedad intelectual quienes fomentan la innovación, es el conocimiento. Las patentes restringen el acceso al conocimiento y, por lo tanto, frenan los avances y la innovación. Limitan el desarrollo a los países, empresas o investigadores que tienen dinero para pagar ese acceso.
El actual sistema de propiedad intelectual está anticuado y es injusto. Persigue el lucro desmedido de grandes corporaciones en vez de promover los derechos ciudadanos. Este marco regulatorio ha permitido que el maíz originario mexicano casi haya desaparecido en detrimento del transgénico de la empresa Monsanto. Las actuales leyes han obligado a los Estados a litigar en los tribunales contra las farmacéuticas por salvar a sus ciudadanos o rendirse a sus condiciones leoninas con tal de comprar vacunas, como estamos viviendo en la pandemia de la Covid19. Estamos de acuerdo en que deben existir determinadas regulaciones, pero adecuadas a los tiempos actuales y que favorezcan a todas las partes, no como las actuales que siempre inclinan la balanza para el mismo lado. Por eso el 26 de abril no hay nada que celebrar.
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Santiago García Gago en Radioslibres.net
Un aporte para la discusión, nuestro artículo «El meme de la propiedad intelectual»: https://www.tedic.org/el-meme-de-la-propiedad-intelectual/
Espectacular el artículo, un gran resumen sobre este tema. Lo recomendamos en curso virtual que estamos haciendo sobre este tema.
Abrazo!