Acuerdos de convivencia para formaciones seguras

La perspectiva feminista también se puede (¡y debe!) aplicar a las metodologías de formación.

Nuestra prioridad a la hora de diseñar espacios de formación y socialización tecnológica debe ser la construcción de un entorno seguro. Esto significa que quienes asistan tengan la sensación de que se sentirán cómodas para aprender, compartir y relacionarse con las demás personas que lo conformen. Sólo así lograremos que un ambiente que favorezca el aprendizaje.

Hay varias maneras de lograr esto y dependen de cada contexto. Debemos prestar atención y evaluar cada situación con cuidado contemplando las necesidades de todas las personas.  Si vamos a dar un taller de violencia machista en línea quizás necesitemos que la convocatoria sea no-mixta para que quienes asistan puedan abrirse y compartir. Si vamos a diseñar dinámicas de presentación que requieran caminar o correr debemos tener preparada alguna alternativa en caso de que llegue alguien con movilidad reducida. Por eso es importante conocer al grupo con el que vamos a trabajar.

Como estrategia de mínimos para los espacios de formación me gusta partir de una serie de acuerdos de convivencia. Estas sientan las bases de la interacción en grupo y sobre las cuáles todas las personas vamos a guiar nuestro comportamiento. Algunos acuerdos de convivencia que podemos proponer son:

  • Regla de Chatham House: se puede usar la información que se comparta en la jornada pero sin revelar la identidad de quien la da. Si alguien quiere explícitamente que no se reproduzca el contenido de una intervención fuera de ese espacio tiene que aclararlo. Esta regla es extremadamente valiosa en espacios donde se comparten testimonios o experiencias delicadas.
  • No se admiten actitudes machistas, racistas, homofóbicas, transfóbicas, capacitistas, xenófobas, colonialistas, etc. Aunque parezca evidente este acuerdo siempre tiene que volver a consensuarse.
  • Respetar los tiempos, habilidades y conocimientos de las demás. Cuando estamos en jornadas de socialización tecnológica es común que quienes participan tengan distintos niveles de conocimiento. Es importante recalcar que todas las personas tienen experiencias distintas y todas son igualmente valiosas.
  • No juzgar a las demás ni por su sistema operativo, ni por sus prácticas de seguridad, ni ninguna otra cosa. Suele suceder que en comunidades de software libre nos parezca una tontería e incoherencia utilizar software privativo o tener prácticas digitales inseguras y se lo hacemos saber a las personas al punto de ridiculizarlas. Esto no sólo las aleja del software libre sino que, y más importante, las humilla. Estas actitudes no deben ser admitidas.
  • Escucha activa: ¡con todo el cuerpo! Escuchamos con los oídos pero nuestro cuerpo habla por nosotras. Si estamos mirando a otro lado, si nos sentamos despatarradas, si estamos distraídas, podemos enviar la señal a quien está hablando de que lo que está diciendo no nos importa. Escuchar activamente es respetar a nuestra interlocutora.
  • No hay preguntas tontas. Las participantes muchas veces se van con dudas porque les da vergüenza preguntar. Si alguien se va sin aclarar una duda es nuestra responsabilidad como facilitadoras. Tenemos que mostrar apertura y sensibilidad hacia cualquier pregunta. También el resto de participantes.
  • Respetar la privacidad de quienes participamos. No fotos ni menciones en redes sociales sin el consentimiento previo. Se puede establecer un sistema de colores con pegatinas/stickers/calcomanías que las participantes se peguen en un lugar visible.
  • Puntualidad. Comprometerse a cumplir la agenda, empezar a tiempo, no alargar los descansos más de lo pautado para poder cumplir con la agenda de la jornada.
  • ¡Celulares en silencio! Incluso la vibración puede ser molesta y distraernos.
  • Respetar los turnos de palabra. Un clásico. Alguien se puede ofrecer para tomar turnos o simplemente por orden de mano levantada.
  • Estar atento a no monopolizar la palabra. Esta tarjeta la agregamos luego de una seguidilla de talleres mixtos en los que, como suele suceder, los hombres se sienten más legitimados para hablar y, aunque no interrumpan, terminan monopolizando las intervenciones y dirigiendo el debate hacia sus preocupaciones. Es importante como facilitadoras poder distribuir la palabra.
  • No interrumpir. Otro clásico. Si se arma un debate y se quiere intervenir por alusión es importante que la otra persona termine de hablar primero.
  • Colabora para que los acuerdos se cumplan. No obligues a la/s persona/s formadoras a convertirse en policía.

Algunas ideas sobre cómo usarlas:

  • Tenerlos escritos en tarjetas, un acuerdo por tarjeta, para poder seleccionar aquellos acuerdos que más se adecuen al grupo. Por ejemplo, el acuerdo de «no monopolizar la palabra» y «respetar los turnos de palabra» serán más necesarios en espacios mixtos.
  • Las tarjetas con acuerdos pueden pegarse en una pared para que queden visibles durante toda la jornada. Así podremos volver a ellas en cada momento en que no se respete alguno.
  • Pedir a un par de voluntarios o voluntarias que los lean al comienzo del taller. La voz de un par tiene más peso a la hora de construir consensos.
  • Cuando se terminen de leer la facilitadora puede preguntar si están de acuerdo, si están cómodas con los acuerdos allí planteados y si necesitan alguno más para estar completamente seguras. En tal caso, se agrega. Por eso es importante tener a mano tarjetas del mismo color vacías.
  • Por lo general resulta útil un ritual de aprobación colectiva y compromiso a cumplir los acuerdos. Puede ser un aplauso, agarrarse las manos, gritar, bailar o lo que se les ocurra.
  • Es importante recalcar que la persona que facilita no es policía y que no estará detrás de la gente para que se cumplan. Apelar a la responsabilidad colectiva.

¿Habían utilizado acuerdos de convivencia en sus formaciones? ¿Qué otras estrategias utilizan para la construcción de espacios seguros? ¿Creen que son necesarios? ¡Cuéntennos!

Acuerdos de convivencia para formaciones seguras

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