El apagón de los servicios del gigante Alphabet nos hizo reflexionar. Una hora rindió bastante.
Durante una hora del lunes 14 de diciembre todos los servicios de Google dejaron de funcionar. No pudimos hacer búsquedas, revisar el correo o el calendario, ver videos, acceder a nuestros archivos, editar documentos compartidos, participar en la plataforma de clases virtuales o hacer videollamadas . Muchas personas, directamente, no pudieron trabajar. Sin Google funcionando no había nada que hacer, ¿o sí? Por «suerte» el apagón no duró más de una hora y, pronto, todo volvió a la normalidad. Entonces, ¿aprendimos algo de esta aparentemente fatídica hora?
En primer lugar, entendimos que la infraestructura digital es frágil. A ver, hay mucha energía y recursos invertidos para que esto no sea así. Generalmente la arquitectura de Internet permite que si la información no puede ser accedida por una ruta, lo sea por otra. Esta resiliencia hace que la red sea menos vulnerable a ataques o incidencias de cualquier tipo. Sin embargo, si algo debemos asumir es que todo puede fallar. Las tecnologías no son infalibles y eso debemos tenerlo muy presente. Podemos quedarnos sin conexión, nuestros dispositivos pueden dejar de funcionar en cualquier momento y nuestros datos pueden borrarse en segundos.
En segundo lugar, nos dimos cuenta de que al tener toda nuestra información en la nube perdemos control sobre ella. La nube es una metáfora etérea para nombrar un conjunto de servicios en línea disponibles a cualquier hora y en cualquier lugar. Básicamente es una computadora -que no es la nuestra- conectada 24/7. No sabemos fehacientemente dónde está, o bajo qué legislación o términos se protege nuestra información (¿o acaso alguien llega a leer los interminables términos de servicio?), o cuánta energía eléctrica consume. Tampoco tenemos margen de maniobra alguno en casos como el de ayer. ¿Y si la ficha médica de un paciente en emergencia estaba guardada en Google Drive?
En tercer lugar, la magnitud de las consecuencias de este apagón -aunque breve- dejó en evidencia la vulnerabilidad de concentrar todos los servicios en una sola empresa. Así como no guardamos las cosas de valor en un solo lugar de nuestra casa, tampoco deberíamos hacerlo con nuestra información. La compartimentación es una de las principales estrategias de seguridad digital. Tener los servicios esenciales a los que accedemos vía web, como el correo electrónico y la sincronización de archivos, con un solo proveedor nos pone en situación de vulnerabilidad. Pero eso no es todo, incluso hubo gente que se quedó a oscuras porque sus luces están controladas por los servicios de domótica de Google Home.
En cuarto lugar -y ya son demasiados aprendizajes para una hora de apagón- vimos el poder que tiene un único ente privado que domina el mercado de servicios digitales a nivel global. No sólo porque la masividad del uso de sus herramientas la ponen en una posición de privilegio a la hora de generar y recolectar datos valiosísimos sobre los cuales luego generan riqueza, y el poder que tiene sobre la infraestructura global de Internet, sino que lo hace con escasos controles públicos o consideraciones éticas. Además, mantener semejante infraestructura concentrada tiene costos económicos, políticos, sociales y ecológicos demasiado altos.
La pregunta es, entonces, si estamos esperando alguna catástrofe digital, un apagón masivo y permanente, una tormenta magnética, una luz cegadora que borre todo de pronto para poner este debate en el centro. No el de las tecnologías, exclusivamente, sino el de la penetración del mercado en nuestras vidas que privatiza y comercializa cada cosa que existe en este mundo. En estos días en los que el agua comenzó a cotizar en bolsa, el escenario parece cada vez más desalentador. Pero, por suerte, los movimientos sociales y las comunidades y organizaciones populares de distintas latitudes nos están mostrando los caminos posibles. Poner la vida en el centro también es optar por tecnologías apropiadas, no extractivas, antiautoritarias, feministas, autónomas, libres y soberanas.
Para saber más:
- Antes en Windows usaba… Ahora con GNU/Linux uso….
- Google, ¿el único?
- «La vigilancia de Facebook y Google representa un peligro para los derechos humanos»
- Politizar la tecnología. Radios comunitarias y derecho a la comunicación en los territorios digitales
Muy bueno el artículo. Cómo sigue esto? O ya no se habla más? Cuáles serían,además de las que se nombran los caminos a seguir. Me dejó enganchado el tema de reflexión. Saludos
¡Hola Mateo! Pues es verdad que se necesitan cambios estructurales, pero hay varias cosas que se pueden hacer a nivel personal y comunitario con un horizonte de soberanía tecnológica. Se pueden construir espacios de autonomía en Internet usando servicios sostenidos por organizaciones amigas, reducir el consumo de datos, instalando estos temas y debatiéndolos en los espacios que habitamos cotidianamente. Acá en Radios Libres tratamos de pensar, imaginar y compartir iniciativas.